Prince of Persia: The Lost Crown, Uno de los mejores metroidvanias

El auge de sagas como Assassin’s Creed, Far Cry, Watch Dogs o The Division trajo muy buenas noticias a las oficinas de Ubisoft, pero también se encargó de poner el último clavo al ataúd de Prince of Persia. La saga que antaño había sido un buque insignia de la compañía y que había dado un golpe sobre la mesa en el género de las plataformas, había caído en el olvido… hasta ahora.

metroidvania de tomo y lomo

Todos y cada uno de sus apartados rayan al más alto nivel. Tiene la mejor movilidad del género desde Hollow Knight, secciones de plataformas propias de Celeste, un parry que recuerda al de Sekiro y unos jefes finales dignos de cualquier souls.

Sus puzles y rompecabezas rinden homenaje a los que viéramos en Las Arenas del Tiempo, El Alma del Guerrero y Las Dos Coronas. Incluso tenemos secciones con enemigos inmortales que nos persiguen infatigablemente si nos localizan, recordando a Metroid Dread y a las míticas persecuciones del Dahaka en Warrior Within.

Como buen metroidvania, en Prince of Persia: The Lost Crown hay una serie de poderes y armas especiales que conforme se van desbloqueando van abriendo nuevos caminos del mapa que antes eran inaccesibles. Pero más que destacar en la exploración, lo que me llama mucho la atención de este aspecto es la forma en la que estas habilidades se pueden combinar en combate para crear muchos estilos de lucha diferentes, como si estuviésemos ante un hack n’ slash a lo Devil May Cry.

Y también me gustaría señalar una mecánica muy original que aporta algo nuevo al género: la opción de hacer capturas de pantalla de los obstáculos que no sepas cómo superar y colocarlas en el mapa para que no se te olviden. Es innegable que es toda una innovación en el género.

Explora, descubre

Si bien es una aventura en solitario, si hallaremos a curiosos aliados a lo largo del viaje. Fariba es una extraña niña que no solo nos proporciona un buen trozo de mapa por unos cuantos cristales, sino que será la figura a la que recurrir cuando no tengamos claro hacia donde dirigirinos. Previo paso por caja, nos regalará una estupenda pista como guía.

La Maga actúa como la mercader que posee toda clase de artículos de gran utilidad. Nuevos amuletos, mejoras para las pócimas curativas, monedas de Jerjes y un buen abanico de amuletos conforman sus ofertas, mientras que Kaheva es una diosa herrera. Su único propósito es potenciar todavía más los sortilegios, el arco o las espadas, por lo que una visita a sus acalorados designios es fundamental. Finalmente, Artaban se alza como el responsable de inculcarnos los fundamentos del combate y es más que recomendable acudir a él. Sus lecciones son sorprendentemente buenas, ya que muestra una perspectiva que jamás se me hubiese ocurrido sobre cómo usar los diferentes poderes de Sargon.

Todos ellos los podemos encontrar en el Refugio, un punto intermedio en el mapa donde nada malo nos puede ocurrir. Siempre podremos acudir allí desde un altar de viaje rápido, los cuales están desperdigados por toda la geografía del monte Qaf. Un terreno que he querido pulir de arriba a abajo antes de la clásica batalla final, pues todavía me quedaban tareas por hacer y zonas del mapa que seguían oscurecidas. Es muy habitual perderte entre tantos rincones, pero en el buen sentido, ya que siempre hay un reclamo para desviarte y explorar qué hay más allá.

Hay mucho lore por descubrir en forma de anotaciones en piedra, pergaminos y objetos varios, pero lo cierto es que adolecen de provocar un interés verdadero. Los detalles de trasfondo para Prince of Persia: The Lost Crown no son un motivo de peso para continuar, aunque la trama principal sí que logra que mantengamos la atención. Todos esos coleccionables no sirven para nada, más allá de querer profundizar en relatos sobre el pasado del monte y lo mismo sucede con los propios secundarios, ya que no se profundiza demasiado en ellos. Al menos sí que podremos deleitarnos entre tanto paseo con el genial apartado artístico, el cual es de estilo comiquero y le sienta como anillo al dedo.