RESEÑA: Todos ustedes, zombies

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Cuando uno piensa en la ciencia-ficción suele considerar grandes libros y películas, viajes espaciales, armas láser, ciudades futuristas, y Asimov. Al menos yo sí. Lo que no solía pensar era en paradojas, aunque es algo lógico de esperar, ¿no? Sabiendo que los viajes en el tiempo son parte del vasto mundo de la Sci-fi.

Y es así como sin suponerlo llegué a la corta -apenas 16 páginas- pero intrigante historia escrita por el Gran Maestro Robert A. Heinlein; Todos ustedes, Zombis, aunque la trama no trate de zombis, al menos de los conocidos muertos vivientes putrefactos que imaginamos.

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Breve –o eso quería– sinopsis.

La narración comienza en 1970 presentándonos un barman que nos anuncia que es un agente temporal. Luego es introducido “Madre soltera”, un hombre quien es protagonista del relato y se dedica a escribir confesiones para una revista de mujeres. Ambos conversan en la barra del bar y “madre soltera” apuesta a que las experiencias de su vida pasmarían hasta el mismísimo barman, quien asegura que ha oído de todo y nada le puede sorprender. Así es como nos enteramos de una triste y desconcertante historia.

Aunque ahora es un hombre joven y de rostro afeminado, el protagonista solía ser una mujer. Fue abandonada en un orfanato y desde pequeña entendió que no sería adoptada porque era una chica “fea” por lo que tampoco tenía esperanzas de atraer a algún hombre para formar una familia. Así que se preparó para entrar a R.A.M.E.R.A.S.; Red Astronáutica Múltiple Especializada en Relajación y Atención Sanitaria que, en pocas palabras, ayudarían a los astronautas a relajar la frustración sexual en viajes prolongados por muchos meses o años. Así pescaría a algún desprevenido cosmonauta.

Todo cambia cuando conoce al hombre del fajo de billetes de cien dólares. Y cuando digo todo es TODO, incluso el sexo de “Madre soltera”, ya que después de una cesárea complicada nos revelan que era hermafrodita. La historia se torna aún más enredada cuando nos cuentan que días después de la cirugía de reasignación de género la hermosa bebita Jane, fruto de un amor fugaz, es secuestrada del hospital dejando a la madre-padre soltera con la vida arruinada. Ya no era más mujer, pero tampoco se sentía un hombre, ya no era madre, pero cargaba con las cicatrices, ya no era una dama, pero no sabía ser varón, no tenía un oficio ni una familia. Es allí cuando se le ocurre escribir confesiones para una revista de mujeres y cuando le preguntaban a que se dedicaba respondía con un hostil “soy una madre soltera” y si andaba de malas, agregaba un puñetazo.

Es en este punto de la historia cuando comienza lo bueno.

Después de acabar su relato, el barman le propone un trato que hará encajar todo en su lugar, presentándonos los viajes en el tiempo. ¿Quién se resistiría a acabar con el malnacido que nos arruinó la vida en más de un sentido? Por supuesto que acepta el trato, desencadenando así una serie de saltos bidireccionales en el tiempo que nos devuelven a 1970, donde un barman se sienta a conversar con una madre soltera.

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Comentarios y preguntas existenciales.

A mi parecer esta historia está escrita de forma fantástica, nos introduce de manera suspensiva contándonos detalles que, aunque no entendamos al principio, nos ayudarán a entender a fondo el desenlace. Me encanta la forma en la que hila todo para que la historia sea un ciclo cerrado.

Tiene notas de humor, y también momentos tristes. Incluso nos regala una pertinente canción llamada “I’m my own Grandpa” del año 1947. Hilarante. Y todo en 16 páginas, perfecto para leer mientras nos tomamos un break.

¿Y la paradoja? Pues es la sorpresa del relato, un momento de iluminación del que no quiero privarlos. Contárselo sería como gritar en el cine que muere Hedwig.

¿Y los zombis? Pues es cierto que se mencionan al final, pero aluden a unos zombis más especiales, aquellos muertos del pasado que vuelven al presente gracias al viaje temporal.

¿Vale la pena leerlo? Vale toda la purísima pena del mundo ya que no solo es un relato corto y entretenido, es una joya. Antes de leerlo no entendía bien que era una paradoja, me faltaba el ejemplo para terminar de procesarlo y esta historia me la ilustró vívidamente. Me dejó varios días meditando las probabilidades de que algo como lo narrado fuera posible.

¿Fue antes el huevo o la gallina? Esperaré a que Heinlein me lo cuente.

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