¿Por qué amamos al hombre que ríe?

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A propósito de la próxima película protagonizada por Joaquin Phoenix, indagamos en las posibles razones de nuestro cariño por este retorcido personaje.

Da igual si eres un fanático de los comics independientes, o si llevas una camiseta de Batman bajo tu camisa. Da igual si sólo conoces al personaje por su aparición en las películas, o tienes todas las ediciones de Mad Love o de Joker, de Brian Azzarello. El Joker desde hace mucho es un ícono de la cultura popular. Mucho antes de que Heath Ledger encarnara a la versión de Nolan, el Joker ya gozaba de la simpatía del público masivo. Por Jack Nicholson, por la voz de Mark Hamill, por el bigote maquillado de César Romero. Da igual la edad que tengas o tus gustos personales… una vez que conoces al Joker, es difícil escapar a su embrujo.

Pero, ¿por qué un asesino, psicópata, narcisista, sádico, despiadado, etc, disfruta del apoyo o simpatía casi unánime de l@s lectores/espectadores?

Hay algunas encarnaciones más destacadas que otras, tanto en los comics como en la pantalla. Pero de cine ya hay mucha gente hablando. Volvamos, por un momento al menos, a las bases. En mi opinión hay 3 versiones de “El hombre que ríe”, que nos pueden entregar una buena respuesta a la interrogante inicial.

Arkham Asylum

Creado por Grant Morrison y Dave McKean, quienes nos golpean sin piedad, por medio de un dibujo alucinante, diálogos breves pero intensos y un argumento oscuro incluso para una historia dentro de ese manicomio lleno de monstruos.

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Con un tratamiento bastante adulto, nos cuentan la historia del lugar, exponiendo a la locura como personaje principal, que se encarna en el creador del asilo, en cada villano encerrado y en quien los metió ahí. Los “enfermos” se toman el asilo y exigen, con justa razón, que el Hombre Murciélago vaya a hacerles compañía. Las correspondencias con Alicia en el País de las Maravillas y el cuestionamiento constante a la cordura del héroe, cruzan todo el argumento.

El Joker que aparece aquí es la encarnación de la locura absoluta, o de la lucidez total, como lo explica la psiquiatra dentro de la obra. Este es un Joker hipercreativo, más que un anarquista manipulador. Este Joker efectivamente no tiene planes, simplemente reacciona a los estímulos del exterior, pero de maneras divergentes. Así como Batman aparece en esta obra como un ser impenetrable, el Joker es pura transparencia, pero lo que podemos ver es incluso más oscuro que la historia en sí.

The Killing Joke

El clásico de Alan Moore, ilustrado por Brian Bolland, es quizás el comic más popular centrado en el Joker. En él se nos muestra una posible historia de origen, así como, posiblemente, también el final del villano, todo con esa ambiguedad tan estimulante que Alan Moore es capaz de expresar en la estructura moral de los personajes y sus diálogos.

Still of The Joker from Killing Joke

Vemos un Joker atormentado por un pasado, y digo un pasado porque él mismo se encarga de aclarar que a veces recuerda unas cosas y a veces otras. Pero en este pasado, el Joker es un marginal, un perdedor (como le gusta decir a la gente que se cree ganadora), en suma, alguien al que las cosas no le están saliendo bien, por diversas razones. Fracasa en su trabajo como comediante, fracasa como futuro padre proveedor, se ve arrastrado a participar en un robo, antes de arrepentirse su esposa muere en absurdas circunstancias, dejándolo al borde del abismo… abismo al que caerá huyendo de Batman, y del cual saldrá convertido en la encarnación de la locura sonriente, pues comprende que la vida es una broma, cruel en muchos casos. En esta historia le dispara a Barbara Gordon y hace con ella quizás qué cosas, sólo para torturar a su padre, pues quiere probar un punto: que cualquier hombre puede caer en la locura si tiene un mal día. Esta tesis parece sencilla, sin embargo, su interés por comprobarla (pues funciona para él, pero también funciona para Batman) tiene que ver con su idea de que él no es diferente al resto, que cualquiera en su lugar habría terminado así. Básicamente que nuestras decisiones personales, en situaciones extremas, no tendrían mayor injerencia, es decir, que nuestra idea de libertad sería también una mala broma. El final, con el Joker y Batman riendo juntos es simplemente una obra maestra.

Una muerte en la familia

Historia de Jim Starlin y con los dibujos clásicos de Jim Aparo, es un comic que quizás hoy no tenga el mismo impacto que en los años de su publicación, debido a la constante muerte y resurrección de personajes en la actualidad. Sin embargo, en su momento la muerte de Jason Todd no ocurrió a sabiendas de su posible resurrección, no fue puramente una estrategia publicitaria como La muerte de Superman. En su momento esa muerte fue para siempre.

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El Joker mata siempre a mucha gente, pero lo soportamos, nos reíamos y hasta lo celebramos porque casi nunca tenemos una conexión emocional con dichos muertos. Mueren personajes sin rostro, sin nombre, sin historia. Pero en Una muerte en la familia no sólo muere Robin, sino que muere luego de encontrar a su madre, luego de recibir una paliza horrible, mostrada con extrema sutileza, pues sólo vemos el rostro clásico del villano dibujado por Aparo, sonriendo como si estuviera contando un chiste más, disfrutando mientras muele a un niño con una barra de hierro, un niño que conocemos, y que quizás no nos simpatiza, pero sabemos lo que eso le provocará a Batman, y el Joker lo sabe mejor aún. Esto, en su momento, fue peor que La caída del murciélago, porque no rompió el cuerpo, ni el código moral, sino el alma del Caballero Oscuro. La culpa y el remordimiento, lo acompañarían por siempre.

 

Entonces, ¿qué nos seduce tanto del Joker? pues creo que la respuesta se relaciona con estas tres facetas expuestas en los comics. Por una parte, nos sentimos atraídos por su sentido de libertad absoluta y amoral, ya sea porque nos permite expurgar o limpiar nuestras propias zonas monstruosas, o porque asumimos que vivir en sociedad implica también una restricción de nuestras libertades, y en la interdependencia entre sujetos e instituciones nos queda poco margen de acción realmente libre. Al Joker todo eso le importa un pepino, él vive en el vértigo y la incertidumbre… y eso, en el papel, nos encanta.

Por otro lado, empatizamos con su posible trauma, con el dolor de ese mal día que logró quebrar su cordura junto a su ética. Si bien día a día asumimos, erróneamente, que las cosas malas sólo le ocurren a las malas personas, el Joker nos dice que en realidad son esas cosas malas las que te pueden convertir en una mala persona. Al contrario que la versión de Arkham Asylum, empatizamos con su faceta de víctima de las circunstancias, y nos consolamos con la idea de que nuestras malas acciones se deben más a las circunstancias que a nuestras decisiones racionales.

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Y por último, nos agrada esa imagen contradictoria del payaso como representante del mal, la contraparte de un tipo que ocupa el miedo como arma contra esa maldad. Ese complemento del Caballero Oscuro, que actúa como agente del caos, moral y mental, que de vez en cuando logra, con una simple barra de hierro, dejar una huella en ese monumento a la voluntad que es Batman, inamovible, pero roto, como el Joker se esfuerza en demostrar.

El Joker es todo eso al mismo tiempo, y seguramente mucho más. Esperaremos a ver qué versión nos entregará el cine esta vez, con los dedos cruzados.

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