Algo tiene de especial la historia del muñeco Chucky, quizás porque es de los pocos slashers que uno puede soportar sin hacerse las clásicas preguntas, esas que matan toda la magia de cualquier ficción:
¿Por qué el tipo malo nunca muere? ¿Cómo lo hace para caminar lentamente pero igual alcanzar a la rubia que va corriendo? ¿No crees, amigo Jason, que llegó el momento de perdonar a los demás, pero sobre todo a ti mismo? ¿Que pasaría si Freddy se encontrara con Sandman? ¿Superman será más fuerte que Saitama? Etc.
Pues cuando el asesino protagonista es un tierno juguete a pilas, el espectador aceptará lo que sea que aparezca a partir de ahí. Pero independiente de lo extraño o risible de la premisa, es lógico preguntarse qué tiene este personaje que ha logrado cautivar a tantos desde los años en que sus películas eran arrendadas en videoclubes…
[para los más nuevos, un videoclub eran algo así como el youtube de los 90’s, pero como si youtube estuviera en un lugar fuera de tu casa (qué mal!!!), aunque sin El Rubius (qué bien!!!!), eran atendidos por personas parecidas a Dross (qué mal!!!), pero que a veces daban una buena recomendación (qué bien!!!).]
…pues en ellas el público ha podido ver tanto el desarrollo/involución/perversión del muñeco, como también el crecimiento del pobre y traumatizado chico, cuyo juguete cobraba vida y lo perseguía donde quiera que fuera, para apoderarse de su cuerpo mediante un extraño ritual. Los fans pudieron ver cada una de las muertes y resurrecciones de Chucky, cada cual más rocambolesca que la anterior, siendo violados ocularmente por películas como La novia de Chucky, La semilla de Chucky, El culto de Chucky, El grupo de whatsapp de Chucky. Hasta que se hizo evidente que la franquicia se había transformado en una comedia liviana, con escenas sangrientas sí, pero para toda la familia.
Hace mucho ronda una teoría sobre el argumento de esta nueva entrega, en ella, por fin, se exploraría los verdaderos orígenes de Chucky, pero también el pasado de su dueño, Andy, quien viviría una niñez tranquila junto a su familia, pasando la mayor parte del tiempo con sus juguetes favoritos: un vaquero, un héroe espacial, un dinosaurio, soldados de plástico verde, caras de papa, etc.
Chucky sería en esta película un muñeco que se niega a seguir la regla sagrada de los juguetes, que consiste en no mostrar jamás ningún movimiento frente a los humanos, por ello es juzgado por sus congéneres y desterrado a la bodega de una juguetería, acumulando odio y resentimiento contra su dueño, Andy, y contra quienes desean ser simples títeres en manos humanas.
Así, esta película contaría la manera en que Chucky logra aprender magia negra mientras planea su venganza, para luego regresar a la casa de Andy, ante el pavor del resto de juguetes, a los que irá eliminando uno a uno, hasta que solo quede el niño y su madre, dando paso a los sucesos de Child’s Play, de 1988.
Sí, señoras y señores, muñecos y marionetas vivientes, tal como lo leen, estamos en condiciones de afirmar que Toy Story de 1995 no es más que una engañosa precuela de Chucky. Ahora sólo resta esperar este reinicio… y cruzar los dedos para que no la dirija Michael Bay.
