Hay que decirlo sin complejos, Glass es el final de la trilogía que más ha aportado a la reflexión sobre el origen y los límites del concepto de superhumano, o superhéroe o superpersona con superhabilidades a quien le superocurren supercosas. Decirlo de esta forma puede desatar pasiones propias del mundo en que vivimos, en el que fans de la Coca-Cola están dispuestos a trollear durante horas por las redes a los fanáticos de Pepsi, con tal de imponer un infantil capricho de consumo. No quiero decir con esto que los universos cinematográficos superheroicos sean productos puramente infantiles, y aunque lo fueran no me parece que eso constituya un defecto. Me refiero a que la defensa de uno u otro, con argumentos o respaldos más bien emocionales, no parece ser el contexto propicio para una discusión interesante, sobre un tema que además de gustarnos, nos importa.

Shyamalan es un cineasta con una filmografía dispar, con grandes aciertos y fracasos que alcanzan la comedia involuntaria, pero tiene algo que no abunda en la industria cinematográfica: él intenta, y a veces logra, hacer cine de autor, dejar una marca personal antes que satisfacer a una productora que sólo piensa en la cantidad de juguetes que una película logrará vender. Estas marcas personales pueden ser superficiales, como cuando aparece él en algún cameo, pero también más profundos, como los giros argumentales, por mencionar alguna. La cuestión es que mantenerse fiel a una idea conlleva riesgos, que a veces redundan en obras pretenciosas y en otras simplemente fallidas.
Pero la otra opción supone otras exigencias, pues mientras a más gente quiera satisfacer un artista, más genérica se volverá su creación, más insípida será la historia, más predecible será su narrativa, y más convencional será su forma. Así, el espectador consumirá exactamente lo que el poster le ofreció, y no se sentirá incómodo o cuestionado con los temas o los personajes, en un blockbuster la idea es que por ningún motivo el espectador se vaya reflexionando a casa, ni piense en los pasajes que no le quedaron del todo claros, es mejor darle algo bien masticado, bien digerido, en definitiva, la idea es tratar al espectador como a un niño de 5 años. La misión del cineasta de encargo es hacer una película que sirva como excusa para que el cine pueda vender cabritas a un precio mayor que el de la entrada misma. A Shyamalan eso parece importarle poco y nada a la hora de cerrar su trilogía.

La película exuda conocimiento, respeto y amor por el mundo de los comics, pero nuevamente fuera de las marcas que dominan la industria, aunque por momentos las mencione. La trilogía apunta, desde su primera parte, a los arquetipos superheroicos, y luego los va desplegando según los cánones narrativos clásicos del cómic, como bien van señalando los 3 sidekicks en Glass, que reflexionan sobre cómo se estructuran las historias de superhéroes, para descubrir cómo terminará la trama de las 3 fuerzas en aparente disputa. Cada una de estas fuerzas está representada por un color, por una tonalidad precisa, que nos indica, entre otras cosas, que desde su punto de vista, la realidad no admite matices, vinculando así forma y fondo, algo que no veremos nunca en Deadpool, por más referencias que se hagan al mundo del comic con marca registrada.

En suma, Glass, que prometía un desenlace épico en el acto final, nos termina dando una historia de orígenes (el personaje de Samuel Jackson lo dice literalmente), y por tanto podemos comprender todo aquello que nos parecía nebuloso en las dos primeras entregas:

David Dunn logra darle un sentido a su existencia, no revelando sus poderes, sino mediante el sacrificio propio del héroe clásico, es decir, paga el precio que su elección moral conlleva. Kevin/La Horda, deja de ser una víctima de su pasado y de sí mismo, comprende al fin las razones del abandono de su padre, alcanzando la redención en los minutos finales, cuando Kevin decide mantenerse en la luz. Elijah/Glass que se asumía como el anverso de David, descubre que su inmensa inteligencia es en realidad una herramienta para crear nuevos superhéroes, y es lo que elige hacer al final, contra su fragilidad y contra la muerte. Tres elecciones con un alto costo, pero que logran derrotar al verdadero villano, en un final en el que los colores verde, amarillo y púrpura, que Joseph, Casey y la Sra. Price mantienen en la escena de la estación de trenes (donde todo comenzó), como una muestra de que no eran fuerzas en disputa, sino la diversidad necesaria para cambiar el status quo de su universo, iniciando una nueva era, de la cual estos 3 superhumanos serán su pasado legendario, su edad de oro.