Batman – Gritos en la noche (CON SPOILERS)

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Hablar de Batman es tan fácil como repetir lo que ya todo el mundo sabe: su origen, su estética y su galería de villanos. O tan difícil como ahondar en sus conflictos internos desatados en su origen, expuestos en su estética y estimulados por su galería de villanos. Pero no quisiera hacer ninguna de las dos cosas, al menos esta vez. Hoy le daré algunas vueltas a una de las mejores obras inspiradas en el personaje: Batman – Gritos en la noche, de Archie Goodwin y Scott Hampton.

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Digo “inspirada” porque Batman/BruceWayne no es el único protagonista ni el eje a partir del cual gira la trama. A diferencia de otras grandes obras como Asilo Arkham o La broma asesina, Gritos en la Noche expone las correspondencias entre la complejidad psicológica de los protagonistas y la complejidad social y cultural del contexto que habitan.

El inicio instala, en términos gráficos, el tono grave de la obra, además de dejar claro, a modo de epígrafe, que esta es una narración con importantes elementos simbólicos, basta considerar el nivel de sugerencias presentes en su primera página, en aquel fragmento de “guía de la vida salvaje”.

Esta es una obra polifónica: cada personaje, cada voz que aparece durante la narración exhibe distintas experiencias de vida y diferentes perspectivas desde las que se puede mirar un mismo mundo en descomposición. Y esta información inicial sobre los murciélagos anuncia la importancia que las voces tienen para cada personaje, la página siguiente lo deja aún más claro:

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Por las evidentes expectativas del lector, cualquiera pensaría que esa figura en penumbras hace inequívoca referencia a Bruce Wayne y su cruzada contra el crimen de Gotham, pero nos iremos dando cuenta que la narración, en términos de reflexiones, diálogos y también de imágenes, apuesta por la ambigüedad, pues este inicio podría funcionar perfectamente para Batman, Gordon y el tercer protagonista del que ya hablaremos.

De hecho, el primer personaje que aparece nítidamente es Jim Gordon, que investiga el brutal homicidio de una familia completa, en un barrio marginal de la ciudad. Y mientras intenta mantener un precario equilibrio entre su vocación de policía, sus nuevas obligaciones políticas como comisionado y su rol de padre de familia, una voz no deja de atormentarlo.

La voz que alterna con la narración de Jim Gordon, parece ser algo así como su superyó, una conciencia enjuiciadora y hasta cierto punto autodestructiva. Pero avanzando en la lectura, lentamente nos damos cuenta que es la voz de su padre: un padre golpeador en un contexto en que dicha violencia estaba permitida, supongamos, la primera mitad del siglo XX; una voz que lo intenta educar por medio del maltrato, una voz que él, muy a su pesar, ha introyectado.

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Al mismo tiempo, Batman, en su estilo, recorre los bajos fondos, tratando de desarmar una red de narcotráfico, y mientras golpea y persigue a maleantes de poca monta, buscando los eslabones que le permitan subir en la cadena de mando de dicha organización, su propia voz reflexiona sobre cómo intenta llenar, con su misión autoimpuesta, el vacío provocado por la muerte de sus padres: la violencia es su precaria manera de catalizar el sufrimiento y la culpa que dicho crimen desató. Con cierta dosis de sadismo y el convencimiento absoluto de que él sí puede diferenciar claramente entre el bien y el mal, ha terminado por introyectar la violencia de la ciudad, misma violencia que lo convirtió en huérfano.

Nuestro tercer protagonista es el psicólogo Bryan McLean, quien junto a su hermana Sybil dirige una casa de acogida para niños víctimas de violencia física y sicológica. Bryan fue en el pasado un asesor del ejército y tuvo el dudoso honor de ser el supervisor psicológico de escuadrones encargados de desatar la insurgencia contra gobiernos de Centroamérica que no estuvieran en sintonía con el Pentágono. Básicamente, su trabajo consistía en contener a los soldados, traumatizados por los crímenes que estaban obligados a realizar contra la población civil, niños incluidos.

Claro, para nosotros esto suena a todo el siglo XX latinoamericano, pero en el lector al que va dirigido, en el estadounidense consumidor de comics promedio, pudiera generar cierta disonancia. El caso es que nadie sale indemne de una situación así, ni siquiera los soldados entrenados para dichas labores son inmunes al stress post traumático, y en el caso de McLean, su empatía lo impulsa constantemente a buscar maneras de mitigar el dolor de los niños que sufren precisamente a manos de quienes debían protegerlos: padres, comunidad, Estado.

Las escenas se encadenan por medio de los diálogos, haciendo las elipsis casi imperceptibles mientras el texto parece un continuo. Esto es un vínculo claro entre forma y fondo, pues lo que se sugiere en términos temáticos: el trauma atraviesa a los personajes dañados, prolongando un ciclo, una cadena de violencia, aunque los métodos y las motivaciones sean diferentes. Cadenas, eslabones, nos hablan de las cadenas de abuso pero también aparecen reflejadas en la forma, en la estructura de la narración que va encadenando a los 3 protagonistas. Más que el tipo de dibujo o el despliegue de la trama, esta sintonía entre fondo y forma, que vemos también en los momentos de violencia en que las viñetas parecen quebrarse, es lo que convierte a esta novela gráfica en una obra digna de ser destacada.

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Mientras, Batman y Gordon nuevamente estudian el asesinato de una familia completa, aunque en este caso corresponde a personas con mucho dinero e influencia. Descubren que ambas familias tenían relación con el tráfico de drogas, pero también descubren que el asesino castiga a los padres de formas que sugieren la existencia de abuso a los menores. Dos crímenes, en los extremos de la escala social, instalan la reflexión sobre la transversalidad del maltrato y también de la corrupción.

Luego de un par de giros en que un niño culpa a Batman por los asesinatos y que Batman cree que es el ex-militar y entrenador de la casa de acogida quien los perpetra, nos damos cuenta que es McLean el verdadero asesino, pero lo realmente perturbador es la razón: el trauma provocado por la guerra, por tener que presenciar el dolor de niños inocentes, mientras seguía órdenes y consolaba a sus soldados para que pudieran seguir actuando sin caer en la locura, detonó en él una especie de percepción extrasensorial, que le permitió escuchar las voces internas de los niños abusados, no importa dónde se encuentre.

Y así como Gordon trata infructuosamente de compatibilizar su trabajo como jefe de policía y padre al borde del colapso, como Bruce Wayne aspira a conciliar sus contradictorias facetas de filántropo y vigilante nocturno, Bryan McLean fracasa en su intento de contener todo el dolor y sufrimiento de los niños vulnerados, fracasa igual que Gordon y Bruce Wayne, tanto por lo imposible de la empresa, como en la manera en que dichas voces lo empujan cada vez más hacia la locura. Al final, confrontado por Batman y mientras sostiene el cadáver de un lactante abusado quizás de qué retorcidas formas por sus padres, decide que ya es suficiente, confiesa y… es mejor que lo leas.

Gritos en la noche no es una historia de heroísmo, ni de la mitificación de personajes unidimensionales apegados sin razón a su sentido del deber, es una narración sobre el abuso infantil, en un amplio sentido. Nos encontramos con 3 protagonistas en los que la obra focaliza: todos muñecos rotos por distintas formas de sufrimiento, infligido tanto por un padre incompetente que no supo criar a un hijo sino a través del cinturón, una comunidad que en su caída moral permite el asesinato de padres frente a un niño inocente, o el estado que abusa de sus soldados para convertirlos en monstruos, en psicópatas con certificado de cordura. Los 3 personajes intentaron sobreponerse encarnando la justicia, en la medida que sus traumas se lo han permitido, pero en todos ellos es la violencia aquello que lucha por salir desde el abismo al que miran diariamente. Como decía al comienzo, la violencia estructural no es la única causa, pero sin duda juega un papel clave en las manifestaciones de violencia individual.

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La obra cierra reiterando el epígrafe inicial, ampliando su significado, al mostrarnos a Batman gritando en la noche, lanzando un grito de frustración, de impotencia, porque aunque siempre lo ha sabido, aunque lo comprenda de forma racional, ahora empatiza con la angustia de McLean, asimila en un nivel emocional el hecho de que no importa cuánto sacrifique, nunca podrá salvarlos a todos. En definitiva, Gritos en la noche muestra cómo una sociedad maltrata a los indefensos y a los menos afortunados, haciéndoles vivir de sus sobras: las sobras de su economía, las sobras de su salud mental, las sobras de su protección social, en resumen, las sobras de su justicia.

 

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https://youtu.be/ftxTtJj-GT0

 

 

 

 

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